4. Alejandra González Soca
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La obra de Alejandra es siempre una invitación: a infiltrarnos en la trama de nuestras relaciones socialmente aprendidas, a hurgar en la memoria afectiva de los objetos, a intervenir en la construcción de significados históricos. Seguir el hilo rojo que entreteje su obra no nos ofrece una salida al laberinto, más bien activa una necesidad vibrante de enredarnos, de implicarnos con los sentidos latentes que brotan de la fisura de nuestras contradicciones culturales.
El trabajo de la artista uruguaya se debate entre la conservación y la caducidad que se nos presenta en la forma de una curaduría en permanente reconfiguración. Así, los fragmentos de vida personal y colectiva que van conformando su obra aparecen como “inquietantes pulsiones visuales que funcionan como una suerte de antídoto ante la violencia, velada e implícita en el normalizado ejercicio de sacar de escena a la anomalía latente”, como sugiere la artista. Sin nostalgia ni puesta en valor, en sus instalaciones se producen operaciones de reapropiación y edición de los objetos que más bien buscan perturbar las arraigadas dicotomías de nuestros imaginarios socionaturales y nos empujan a practicar otras conexiones afectivas y simbólicas con la materia viva que late, muta y nos transforma. Los diversos registros, materialidades y plasticidades que su obra incorpora, produce y reproduce nos permitirán preguntarnos por los sentidos que emergen cuando se alteran las topografías, se infiltran los territorios, o brotan semillas de un antiguo vestido.
-Sofía Rosa, Pontificia Universidad Católica de Chile.
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