Un remanso que evoca pausas para futuros micropolíticos

Por: Salvador Vásquez Banda, Beatriz von Saenger Hernández

Fecha de publicación: Enero 20, 2025


La pausa, en medio de la cotidianidad turbulenta, brinda posibilidades para indagar en los mundos no-solamente-humanos en los que habitamos. Detenerse es parte de la vida, aunque los ritmos capitalistas nos apunten a acelerar nuestros pasos, relaciones y trabajos. De esta manera, la pausa es la interrupción del flujo de capitales para, en cambio, constituir tiempos-espacios fuera de las dinámicas estructurales y, de esta forma, desarrollar sensibilidades para relacionarnos de manera diferente con humanos y no-humanos.

Este texto surge de la necesidad de evocar la pausa como una práctica menor que incentive otras empatías, reflexiones y conexiones con lo no-humano, pensado desde nuestras experiencias en el Valle de Teotihuacán. Hacemos esto a partir de analizar de manera crítica nuestra práctica de investigación-experimentación en el colectivo que hemos llamado remanso, en el que ensambladas hemos emprendido caminatas hacia cuerpos de agua asediados por la huella humana, así como a apreciar los encuentros casuales con tepalcates [1] en los vestigios de la civilización teotihuacana que se asentó en la región. A la par, dialogamos con dos concepciones de pensadorxs latinoamericanos: el entonces y allí, de José Esteban Muñoz, y la micropolítica de Silvia Rivera-Cusicanqui. El objetivo es co-convocar a remansos reflexivos.

¿Cómo pensar en futuros más-que-humanos a partir de la pausa?

Crecimos en un territorio hídrico, por lo menos eso es lo que se nos ha mencionado durante toda nuestra vida. Los manantiales, los barrancazos [2] y las lluvias torrenciales forman parte de los recuerdos que hemos recibido de parte de nuestrxs padres y madres; hoy en día, esos cuerpos de agua aparecen cada vez más solo como un recuerdo. Sin embargo, la muestra de que esta región sigue siendo un territorio hídrico está presente a través del río San Juan que atraviesa a todos los municipios del Valle de Teotihuacán, una microcuenca de la región central de México. Este río, que se piensa como un cuerpo contaminado a raíz de las relaciones de producción y consumo hídricas insostenibles, es también un ensamblaje más-que-humano. Lo humano de las heces, orina y células muertas que son depositadas en todo momento —pues se piensa en este cuerpo de agua como un desagüe— y lo no-humano del agua, la basura arrojada, las bacterias, los animales y los lirios acuáticos que crecen gracias a la nutritiva agua residual. Si bien este ensamblaje revela formas de vinculación entre lo humano y lo no-humano, no podemos simplemente normalizar lo dañino que es el estado actual del río para algunas comunidades, por lo que este cuerpo de agua también nos pide que pausemos nuestros pensamientos, para imaginar otro tipo de vinculaciones en el presente, y así, vislumbrar futuros más-que-humanos que no sean una simple fantasía.

Foto: Río San Juan en San Francisco Mazapa, Teotihuacán. Fuente: von Saenger, 2024.

No nos resulta fácil detenernos a pensar en el futuro. En una época de crisis ecosociales que son exacerbadas por la crisis civilizatoria y la continua amenaza de múltiples fines del mundo humano, pensar en un futuro (y también presente) lleno de catástrofes parece más una premonición que un ejercicio imaginativo. Y si bien no podemos ignorar las crecientes desigualdades y violencias que se agudizan por el cambio climático, la explotación de los territorios o la crisis hídrica a causa del modelo antropocéntrico y capitalista, sostenemos lo que Anna Tsing (2023) propone: entre los escombros y ruinas también existe la posibilidad de la vida humana y no-humana para crear otras historias más-que-humanas. Con ello, queremos atrevernos a imaginar en otro(s) futuro(s) posibles, y reflexionamos: ¿puede el futuro dejar de ser una fantasía sobre los fines del mundo? Uno de estos futuros está precisamente enclavado en la búsqueda de relaciones diferentes con el río San Juan y en la posibilidad de fantasear con que en algún momento deje de ser un cuerpo contaminado. Así nos permitimos contar con otras posibilidades de vida futura. Para nosotras, no da igual lo que sucede en lo “micro”, ya que es ahí precisamente donde inician las utopías.


Existen muchas acepciones sobre las utopías y los futuros posibles. A pesar de ello, elegimos la que José Esteban Muñoz había fantaseado. Una utopía es una idealidad que aún no ha sido alcanzada, pero que está siempre en el horizonte ofreciendo un espacio-tiempo para imaginar futuros alternativos más libres y justos. No es una meta alcanzable en el presente, sino un proceso constante de deseo y potencialidad (Muñoz, 2020). No queremos engañar al lectorx, de hecho, queremos hacer esto evidente: cuando José Esteban Muñoz habla de utopía se refiere a una utopía queer a partir de pensar “¿Puede el futuro dejar de ser una fantasía de la reproducción heterosexual?” (Muñoz, 2020). Es justo en esta pregunta clave donde vemos que en especial esta teoría queer también podría ser leída desde puntos de vista más amplios, y no sólo como una crítica a la forma patriarcal de entender a las personas, la sexualidad y las familias. Y es que, ¿no es acaso la heterosexualidad obligatoria una forma de estructura normativa que contribuye a la perpetuación de la producción capitalista y los sistemas extractivos a través de entender a las tramas de la vida como lineales? Para complementar y sostener esta interrogante, pensamos en cómo a la par de que las vidas normativas (heterosexuales, reproductivas, capitalistas, antropocéntricas) limitan la diversidad, también amenazan las relaciones de las personas a partir de una lógica en la que la vida se basa en trabajar, consumir y reproducir, y donde el cuidado de la vida humana y no-humana no se encuentra en el centro de los vínculos afectivos. 

En este sentido entonces, ¿no son las utopías ese horizonte donde podemos imaginar que la trama de la vida vaya más allá de la llamada normatividad? De este modo, podemos concebir que las crisis ecosociales son la mayor amenaza a la trama de la vida humana y no-humana (Herrero, 2024), pero que, sin embargo, nos brindan la posibilidad de pensar en otros futuros, al rechazar el “aquí y ahora”. Con esto, coincidimos con Muñoz (2020) cuando plantea que el entonces son esos momentos específicos en el tiempo que marcan cambios o eventos significativos en la ética y la política, mientras que allí a los lugares o contextos en los que estas prácticas tienen lugar. Con esto, ¿no podemos detenernos a pensar en un entonces y allí para el río San Juan que se aleje de la vida humana normativa y no-humana normativizada?

¿Cómo pausar para re-politizar la cotidianidad más-que-humana?

Cada vez que salíamos del Valle de Teotihuacán y nos presentábamos ante alguien desconocidx, decir que éramos originarios de Teotihuacán evocaba de inmediato los icónicos monumentos de la región: las pirámides. Durante nuestra infancia y juventud, pasamos múltiples veces junto a estas pirámides, nos recordaban constantemente que los pueblos en los que vivíamos se habían construido sobre ruinas. Además, estas ruinas eran el medio por el cual decenas de familias de la región sostienen su vida a través del turismo. De esta manera, la ruina como concepto de un paisaje degradado, deteriorado o hasta colapsado, en realidad está presente en el Valle de Teotihuacán desde mucho antes que las relaciones capitalistas transformaran a los cuerpos hídricos y el territorio. Pero también, esta ruina ha sido producida por un Estado interesado en proyectar en ella su grandeza falocéntrica y normativa: la ruina no existía hasta que existieron leyes que dijeron de quién es y quiénes tienen derecho a vivir de ella. 

Bajando la mirada como un acto de descanso, en nuestro andar reconocimos tepalcates escondidos en las barrancas y en los surcos del río contaminado que cruza la zona arqueológica donde se encuentran las pirámides, pedacitos de ruinas que a menudo son confundidos con rocas, tierra compactada o basura. Estos tepalcates no sólo no son del Estado, sino que no son de nadie. Y mejor aún, cuando algunx habitante de Teotihuacán lo encuentra, debido a su “poco valor” o por su enorme valor afectivo, lo reconoce como herencia, cuestionando la posesión estatal y colonial sobre las ruinas como monumentos al mestizaje (López-Caballero, 2010).

Foto: Tepalcates teotihuacanos. Fuente: von Saenger, 2024.

Los tepalcates nos permiten por una parte pausar para mirar y prestar atención a lo imperceptible, a la vez que estamos conociendo el territorio que habitamos. Por lo que más que un simple objeto que pareciera no tener ya utilidad al ser un pedazo de “algo” más, en realidad es muestra de la agencia lo no-humano en la vida de los humanos, en este caso como este pedacito construido por humanos en el pasado sigue presente en el territorio, formando además micro-paisajes con las plantas, insectos y rocas. Si pausamos para observar estos micro-paisajes no-solamente-humanos podemos vislumbrar asociaciones que sobrepasan la experiencia humana. Porque incluso los objetos más comunes tienen un rol en ese mundo particular, que aunque a veces nos parezca micro, siempre es dinámico en lo que parece cotidiano. Con esto, es que reconocemos la agencia de estos objetos y su capacidad de afectar en nuestras vidas y las vidas de otrxs, no son sólo un fondo pasivo, sino son agentes que co-construyen mundos en nuestras acciones y experiencias diarias (Bennet, 2022).

Aún estos micro-paisajes, en tanto entornos que parecieran solamente no-humanos, ya que se encuentran a una escala que parece inadvertida para los humanos, tienen el potencial de reflejar y afectar dinámicas de significados, influencia y de poder más amplias. De esta manera, los tepalcates son un recuerdo de qué macro-monumentos son los valiosos para el capital turístico de la región y cuáles otros son desechables. Además, influyen en la vida de las personas que se detienen a recogerlos y conservarlos, como un intento por retener un vestigio del pasado, vincularse con un territorio siempre cambiante. Pero más importante aún, dan muestra de relaciones de poder en y desde el territorio: aunque seas nativo del valle de Teotihuacán, conservar este pedacito de ruina es un delito a nivel federal. Así, el reconocimiento de la agencia no-humana de los tepalcates evidencia las escalas de poder entre el Estado y las comunidades, conectando lo cotidiano y lo micro, con las macropolíticas. Para Silvia Rivera-Cusicanqui (2018), la macropolítica siempre intenta encontrar un interlocutor dentro del Estado, ya sea colaborando o en oposición a él. Por otro lado, la micropolítica opera fuera del enfoque principal de la política, es constituir espacios-tiempos por fuera del Estado, mantener en ellos un modo de vida alternativo. Es aquí donde queremos elegir esos micropaisajes políticos: además de acercarnos a la cotidianidad no-humana nos enseñan  formas de evocar micropolíticas colaborativas más-que-humanas.

Un remanso acogedor para una pausa necesaria

Convocamos a la pausa para reflexionar en ese entonces y allí, deteniéndonos para imaginar otras rutas posibles ante el presente. En esta suspensión, nos pensamos como un remanso, esa parte de aguas calmadas en medio del flujo de una corriente de agua, parecido a la circulación turbulenta de crisis ecosociales de las que pareciera que no podemos escapar. Es en este remanso que evocamos a la pausa como una práctica para indagar en otros mundos no-humanos, nos pensamos como cuerpos de aguas que conviven con especies vegetales, animales y hasta con rocas. Es en este remanso que buscamos escapar permanentemente de los mecanismos de la política de muerte y formar micropolíticas más-que-humanas.


Notas

[1] Tepalcate: fragmento de un recipiente o utensilio roto. En la ciencia arqueológica mexicana se suele referir a los vestigios de barro.

[2] Barrancazo: crecida de agua en una barranca o río, proveniente de la zona alta del Valle por causa de lluvias torrenciales.


Referencias

  • Bennett, Jane (2022). Materia vibrante. Una ecología política de las cosas. Buenos Aires: Caja Negra Editora.

  • Herrero, Yayo (2024, 10 de septiembre). “Transición Ecosocial Justa. Una propuesta desde el enfoque de la sostenibilidad de la vida [Conferencia]”. Presentación en el Congreso Reflexiones interdisciplinarias sobre la crisis ecosocial, Universidad de Antioquia.

  • López-Caballero, Paula (2010). “De cómo el pasado prehispánico se volvió el pasado de todos los mexicanos” en Escalante Gonzalbo, P. La idea de nuestro patrimonio histórico y cultural. México: CNCA, pp. 137-151.

  • Muñoz, José Esteban (2020). Utopía Queer. El entonces y allí de la futuridad antinormativa (Trad. Hugo Salas). Caja Negra Editora: Buenos Aires.

  • Rivera-Cusicanqui, Silvia (2018). Un mundo ch’ixi es posible. Ensayos desde un presente en crisis. Tinta Limón: Buenos Aires.

  • Tsing, Anna (2023). Los hongos del fin del mundo. Sobre la posibilidad de vida en las ruinas capitalistas (trad. Francisco J. Ramos). Buenos Aires: Caja Negra Editora.


Salvador Vásquez Banda: Ambientólogo posthumano y maestro en Desarrollo Regional. Es parte del Museo de Arte Contemporáneo de Ecatepec, miembro fundador del colectivo Red Juventudes Teotihuacanas y de remanso.

Beatriz von Saenger Hernández: Licenciada en Estudios Latinoamericanos, maestra en Antropología Social y doctorante en Humanidades con especialidad en Estudios Culturales y Crítica Poscolonial. Es miembro fundadora del colectivo Red Juventudes Teotihuacanas y de remanso.


Para citar: Vásquez Banda, Salvador y von Saenger Hernández, Beatriz. “Un remanso que evoca pausas para futuros micropolíticos” Signatura, vol. 4.2, enero 20, 2025 URL: https://www.humanidadesambientales.com/signatura/012025-v4-vasquez-saenger-remanso-futuros-micropoliticos

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