En un gramo de suelo coexisten 20 millones de seres vivos

Por: Horacio A. Feinstein

Fecha de publicación: Agosto 01, 2024


La sociedad contemporánea se encuentra cada vez más alienada debido a la financiarización de la economía junto a la monetización de crecientes facetas de las diversas formas de vida y de cada rincón del planeta. En la actualidad, todo (sic) está en los mercados virtuales del primer mundo, hasta el agua, inclusive con precios a futuro (a 6 meses, a 2 años). El Estado de Bienestar, que parecía haberse alcanzado en varios países centrales hacia mediados del siglo XX luego de la Segunda Guerra Mundial e iría a expandirse al resto del planeta, hacia el final del mismo siglo ya era un espejismo cada día más elusivo mientras se verificó que el prometido “derrame” del crecimiento sólo funciona hacia los menos de los menos de la sociedad. El avance de la economía mercantil sobre la sociedad ha ido concentrando la creciente riqueza mientras que la pobreza y la miseria se agigantan por doquier. Las nuevas tecnologías en lugar de liberar a los pueblos, los subsumen en la competencia entre individuos por empleos precarizados  (mal pagos) y en el desempleo crónico. Los gigantescos  avances técnicos desde la segunda posguerra mundial que posibilitaron inmensas alzas de productividad, en lugar de dirigirse al mejoramiento del bienestar resultaron en una mayor exclusión y vulneración de los derechos humanos básicos. Si se sostiene en el tiempo sin mayores variantes la actual tendencia de aplicación de la tecnología podría derivar hacia sociedades de tipo medieval, en las que algunos pocos señores ricos dominarían a los siervos que necesiten para su servicio, territorialmente conformadas por barrios exclusivos donde los poderosos vivirían fortificados para aislarse de los menesterosos. Estos se multiplican ya que la tecnología ha entrado en una etapa de vertiginosos cambios debido a la aplicación de la informática dirigida a ahorrar mano de obra, sustituida esta por artificios tipo robot.

En “Vaca Muerta”, relato de Giuliana Servidio sobre la zona patagónica argentina donde se extrae gas y petróleo mediante la técnica del fracking, se lee:  “En mi pueblo las casas están vivas. Vivimos de este lado del río, del otro lado es donde están los pozos. De ahí se llevan el gas, lo llevan lejos. Acá todavía no llegó, supongo que es algo difícil cruzar el río. Mi hermano menor tiene cinco años. No conoce el mundo de antes. No sabe del silencio de las paredes, de los techos callados. Nació después de que las casas comenzaron a temblar. Nació con el ruido y cree que puede adivinar el futuro en las grietas” [1].

A su vez y a propósito del actual arrasamiento de las jubilaciones y pensiones por parte del gobierno argentino, una septuagenaria instalada para quedarse indefinidamente en una carpa de protesta frente al Congreso de la Nación nos decía: «Tenemos muchos años, pero también mucha fuerza. Qué importa si hace frío, no queremos que nuestros hijos lleguen a la edad nuestra y tengan que pasar por lo que pasamos nosotros hoy. Pensamos en la cantidad de empleados públicos que han dejado sin trabajo y que no saben si se van a poder jubilar. Por ellos también peleamos. Si este gobierno sigue con este ajuste, si este señor se anima a hacer lo que ni siquiera se animó Menem, si se adueña de las cajas previsionales provinciales, nosotros vamos a estar en la calle porque sabemos muy bien lo que tenemos que defender».

Mientras avanza esta tendencia mortífera y excluyente, implacable, se empiezan a visualizar alternativas a nivel local por parte de los excluidos quienes en su afán por sobrevivir con dignidad aguzan la imaginación y se embarcan en proyectos autónomos en materia social, económica, ambiental, de salud, educación, seguridad a veces replicados espontáneamente y sin vínculo inicial entre sí en distintas localidades aunque cuando se anotician de su mutua existencia procuran relacionarse y ver qué posibles sinergias existen para potenciar el accionar.

Esas alternativas se inician casi siempre desde lo local y a veces alcanzan (en el plano político-institucional, lo regional; en otras, lo nacional) a asociaciones entre países, en procura de objetivos más ambiciosos en cuanto a la autodeterminación y soberanía, los que a su vez potencian las alternativas más localizadas.

Agustín Lautaro, Vaca negra, 2016

 Como seres vivos que somos, no sólo necesitamos de la naturaleza -ello se hizo más que evidente en la cuarentena por Covid 19- sino que dependemos de ella. Aún con tantos increíbles avances tecnológicos, sin la naturaleza no podemos existir mucho tiempo. Y día a día nos sorprendemos de comprobar que ella no sólo nos brinda soporte y bienestar físico sino también psíquico y disfrute espiritual como se comprueba ante los paisajes naturales, cuando los humanos podemos llegar a emocionarnos, reconociéndonos plenamente vivos. 

A comienzos del s. XIX las montañas y volcanes hechizaban al genio científico de A. von Humboldt, lo cual lo motivó a viajar a América. No solo las exigencias físicas y la perspectiva de nuevos conocimientos lo atraían. Había también algo más trascendental. Cada vez que estaba en una cumbre o un cerro, se sentía tan conmovido por el paisaje que dejaba volar aún más su imaginación. Una imaginación, decía, que aliviaba las «profundas heridas» que a veces causaba la pura «razón”. El científico alemán sentía un afán de conocimiento que expresaba como un “latir con el mundo” [2].

Análogamente destaco la notable percepción contemporánea de la vida completamente integrada al medio ambiente, incluyendo diversas formas extrahumanas, del granjero Remo Vénica: “En 1 gramo de suelo hay 20 millones de seres vivos”. “Propusimos la creación de un lugar libre de agrotóxicos”, dice Remo en una entrevista [3]. A partir de la experiencia de vivir cuatro años en el monte, el paradigma fumigador que estaba en pleno apogeo esos años no picó en Naturaleza Viva (se refiere a la granja -actualmente biodinámica- que fundaron y trabajan hace más de 40 años). Irmina, esposa de Remo, suma otro factor: “En Europa (adonde se fueron exiliados) vivimos fuertemente el impacto y los debates sobre la contaminación, y el Partido Verde en Alemania era una movida política y social muy fuerte en aquel entonces (se refiere a los años setenta). Acá ni se hablaba de esas cosas. Cuando volvimos vimos el contraste entre lo que todavía quedaba de natural, y los campos destrozados por el uso de los agroquímicos”.
En estas hectáreas ahora verdes de Guadalupe Norte, Provincia de Santa Fe, Argentina,  lo único que quedaba de fértil era la tierra debajo de los alambrados, que no había sido fumigada. Remo: “Todo el proceso de repoblación de árboles fue una tarea que nos metió bien adentro del tema agroecológico”. Irmina recuerda cómo fue imposible reponer el bosque nativo: “Precisamente, porque es nativo”. Entendieron así, a prueba y error, el rol del hombre en el proceso de la naturaleza. “Hay que observar cómo se mueve la naturaleza para aprender”, repite Remo. Y vuelve al presente: “Ahora, con la incorporación de los monos ¡mama mía! Pensábamos que nos iban a comer la fruta. Y resulta que fueron los mejores agricultores. Si ustedes pueden venir acá en 30-40 años, ¡ese bosque lo que va a ser!”.

En 1997, Remo invitado a un congreso, escuchó una palabra nueva: biodinámica. Al igual que las corrientes de agricultura ecológica orgánica, la biodinámica no utiliza agroquímicos sintéticos –fertilizantes, insecticidas, fungicidas, herbicidas, etc.- pero se diferencia de ellas porque considera a las sustancias no solo en su aspecto material sino también en su aspecto cualitativo: “Portadoras de fuerzas”.

Es característico de la agricultura biodinámica la utilización de preparados especiales compuestos por productos minerales y orgánicos. Y se trabaja alrededor de un concepto clave: el sistema cerrado o integrado, en el que cada residuo de una producción funciona como insumo de otra. Ejemplo: “Nuestras vacas comen el pasto y lo transforman en leche, que pasa a la quesería. Se vende el queso, y el residuo que es el suero, alimenta los terneros. La bosta de ese ternero, como todos los residuos vegetales y animales, van al biodigestor, dispositivo que produce dos cosas: por un lado gas, con lo que eliminamos ese gasto, y por el otro biofertilizante”.

Es decir: lo que para otros es gasto o basura, aquí es ganancia. En Naturaleza Viva las vacas tienen hectáreas y hectáreas para pastar, a los arroces, de tan ricos, hay que cuidarlos de las aves, el bosque – ya dijimos- es de los monos y más allá las hectáreas se pintan de trigo, maíz, lino y soja no transgénica que irán a parar a la producción de aceite y harina. Estas producciones y los quesos son el potencial que da valor agregado a los productos primarios, y permiten a la granja subsistir comercializando directamente sus productos.

Ese equilibrio que se intenta en sentido ecológico también se procura en el sentido social: relaciones entre quienes trabajan, y de éstos con la sociedad. Irmina: “No solo hay que oponerse sino construir otro paradigma. Dentro de los sectores populares lo ven como utopías o descuelgues, pero frente a estas realidades no hay otro camino. Aún gobiernos que puedan ser más progresistas o más populares, no hicieron conciencia del significado de las transformaciones, por ejemplo el tema de la tierra. Ante los despidos y la falta de trabajo, obvio que el camino es la lucha social, pero no tiene salida si no hay soberanía alimentaria”.

“Las tesis economicistas siempre están enfocadas a la rentabilidad. Si nosotros hacemos ese análisis producto por producto de las cosas que hacemos en Naturaleza Viva, se cae todo. Analizado individualmente no cierran los números, tenés que tomarlo en forma global. Con la patria financiera no hay sistema productivo que aguante: perdés la mirada integrada y a través del tiempo”. De esta granja viven 15 familias y comen cientas más; existen numerosas otras –cada vez más- experiencias agroecológicas que corren al agromodelo por el lado de la rentabilidad. Dice Remo: “No hay que hablar solo de rentabilidad, sino de libertad: nosotros tenemos 40 novillos y 40 vacas que anualmente podemos vender o comer. Es el banco, la reserva de capital por si tenemos que hacer inversiones. Y el principal elemento de ganancia es la leche y el queso. Además, con buenos manejos del suelo tenés una fertilidad creciente. Los otros campos decrecen: acá en Guadalupe nos ofrecen un montón de campos devastados para recuperar y producir”.

En Naturaleza Viva ocurre, paralelamente, la educación, formación y acción de personas interesadas en lo que es la granja: mes a mes viajan hasta Guadalupe Norte pasantes de todos los puntos de la Argentina y del mundo. Sólo durante febrero había jóvenes de Mar del Plata, Lanús, San Juan, Rosario, Chaco y Berlín. Por Naturaleza Viva pasan unos 1.000 jóvenes y niños al año. Alrededor de 60 son pasantes, y el resto llegan en delegaciones de escuelas secundarias y universidades. Remo: “Es un cauce de conocimiento que viene a nosotros enorme, del cual no paramos de aprender. ¡Además de aprender de los monos del monte!”.


Notas

[1]  Delfino, Emilia. “Mientras continúa temblando, Sauzal Bonito espera que la Corte Suprema ordene frenar los efectos del fracking”, El Diario AR, 27 de mayo de 2023, https://www.eldiarioar.com/sociedad/medio-ambiente/continua-temblando-sauzal-bonito-espera-corte-suprema-ordene-frenar-efectos-fracking_1_10243832.html

[2] Wulf, Andrea. La invención de la naturaleza: El nuevo mundo de Alexander von Humboldt. Buenos Aires: Taurus, 2016.

[3] Ciancagliani, Franco. “Ver para creer: la experiencia de Naturaleza Viva en Santa Fe”, Revista MU, número 121, 27 de diciembre de 2018, https://lavaca.org/notas/ver-para-creer-la-experiencia-de-naturaleza-viva-en-rosario/

[4] Remo Venica y su compañera Irmina debieron pasar 4 años en medio del monte chaqueño como perseguidos políticos por la dictadura militar por haber luchado, como integrantes de las Ligas Agrarias, en pro la dignidad de los productores familiares chaqueños. En esos años, perseguidos en medio del monte, nacieron sus 2 primeros hijos ayudados por las familias de pobladores en reconocimiento por todo lo que habían hecho ambos para ayudar a liberarlos de la explotación salvaje.


Horacio Feinstein. Economista político (Universidad de Buenos Aires), especializado en Medio Ambiente (Universidad Nacional de Lomas de Zamora). Luego de décadas de actuación profesional, actualmente se dedica a disfrutar de la música, así como de las amistades y estudioso de las cuestiones más básicas de la vida y la muerte, respecto de las cuales escribe en algunos medios de opinión.


Para citar: Feinstein, Horacio. “En un gramo de suelo coexisten 20 millones de seres vivos” Signatura, vol. 3, agosto 1, 2024 URL: https://www.humanidadesambientales.com/signatura/080124-v3-feinstein

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